FULGOR

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Tracy Wolff
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Nadie sobrevivió ileso a la última batalla. Flint está enfadado con el mundo, Jaxon se está convirtiendo en algo que no reconozco, y Hudson ha levantado un muro que no estoy segura de poder romper.


Ahora se acerca una guerra y no estamos listos. Necesitaríamos un ejército para tener alguna esperanza de ganar. Pero antes de eso necesito encontrar respuestas a las incógnitas sobre mis antepasados. Respuestas que podrían revelar quién es el verdadero monstruo entre nosotros… en un mundo lleno de vampiros sedientos de sangre, gárgolas inmortales y una antigua batalla entre dos dioses.


No hay garantía de que nadie se quede en pie cuando el polvo se asiente, pero si queremos salvar este mundo, no tengo otra opción. Tendré que abrazar cada parte de mí ... incluso las partes que más temo.

内容类型:
书籍
年:
2022
出版社:
lineasdesaparecidas
语言:
spanish
文件:
PDF, 3.69 MB
IPFS:
CID , CID Blake2b
spanish, 2022
pdf, 3.69 MB
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关键词

 

Índice
Portada
Sinopsis
Portadilla
Dedicatoria
Nota de la autora
0. Sentirlo hasta que te rompa (Hudson)
1. A veces a la tercera no va la vencida
2. Un momento de calma y una decisión
3. Una manera sangrienta de tratar a los pacientes
4. A punto de pasar página
5. Se me da de miedo soñar
6. Chasquidos, crujidos y Pop-Tarts
7. Perdona, ¿qué?
8. Un problema real
9. ¿El traductor de Google hablará gárgola?
10. Mi mundo se desmorona
11. Tan ligera como una pluma, tan pesada como una roca
12. Un montón de rock y un poquito de roll
13. El tiempo no es lo único que se ha distorsionado
14. Tenemos que dejar de sangrar así
15. «Et tu, Marise?»
16. A cada lobe le llega su san martín
17. No todos los perros van al cielo
18. Necesitamos un empujoncito
19. Hasta el arcoíris y más allá
20. Hasta que no quede nada en pie

21. No muerdas al vampiro que te da de comer
22. Perro ladrador, muy mordedor
23. Muchas nueces, poco ruido
24. No es un trato si no lo deseas
25. No hay GPS para los no-tan-malvados
26. Una larga partida de llora-llora
27. ¿Que los caminos me llevan adónde?
28. Que la suerte irlandesa nos acompañe
29. Más vale dragón volando...
30. El castillo de mis sueños
31. A la luz del faro...
32. Solo quiero que se acabe
33. A veces el café te muele
34. La teoría del hilo (esmeralda)
35. Abrochaos los cinturones, monadas
36. Sacas la bomba que hay en mí
37. Se va a liar una buena
38. Divide y te vencerán
39. Una pena no poder volver a chuparte la sangre
40. Abuelita, qué colmillos tan grandes tienes
41. ¿No querrás decir Darth Madar?
42. No creo que sea cosa de familia
43. Mami no tan querida
44. La sorpresa más grande de todas
45. Puedes elegir a tus amigos, pero no tu veneno
46. La lista de invitados de Acción de Gracias se nos va de las manos
47. Estamos sembrados
48. Todo atado y bien hilado
49. Un lugar jamás visitado por un carámbano
50. ¿La vida es una gozada o una putada?
51. Una puntada a tiempo ahorra sufrimiento
52. Mi Big Bang particular
53. Comprar hasta reventar
54. El caramelo se me atraganta

55. Toc; , toc, ¿quién es?
56. Las pruebas de la muerte
57. Muertos hagamos lo que hagamos
58. El puto camino a los infiernos
59. El típico tira y afloja
60. No juzgues un libro...
61. ¿Por qué tan crípt-ico?
62. Encant-hacha de conocerte
63. Dagas y mazmorras
64. Padre no sabe más
65. Tú dices patata, yo digo ladrón asesino
66. Esto sí es apostarlo todo al rollo medieval
67. Las mentiras arden en el pecho
68. Hay cosas que no puedes conseguir por internet
69. En el que podríamos morir
70. Agita, menea y echa a correr
71. La Corte congelada a mí nunca me molestó
72. Tómatelo con muchísimas pinzas
73. Muerte por tafetán
74. Los orinales no molan
75. Come, bebe, desconfía
76. «Why you wanna give me the runaround?»
77. Un mandoble de doble filo
78. Cruza la pasarela
79. Quien se lo encuentra se lo queda (y quien no, que se arrastre)
80. No me digas cosas tan bonitas
81. Bienvenido a la zona esquelética
82. No es el chico de los recados
83. Compañero del destino
84. El tirachinas que dio la vuelta al mundo
85. ¿Quién necesita químicacuando tienes física?
86. Piedra, colmillos, tijeras
87. Acuchilla primero, piensa después

88. Nada expresa más el amor que siente una persona que un puñal en el
corazón
89. Atrás queda el pasado, ten la pista en el presente
90. Hay abismos que no tienen final y finales que te arrojan al abismo
91.Menor de la edad de descenso
92. La tumba de los horrores
93. «Drink me, baby, one more time»
94. Buscando el estado de Grace
95. A fuego lento
96. El arte de fingir
97. Peluquería al límite
98. El tiempo pasa inexorablemente... ¿O no?
99. La cara blanda de la piedra
100. No dejes para mañana lo que puedas hacer no-hoy
101. Embrujada y deslumbrada
102. De anillos y plegarias
103. Un helado muy desagradable
104. Guerras y gilipollas
105. Un susto furtivo
106. Directo a la casilla de la cárcel
107. Medidas (muy) desesperadas
108. No hay mayor peligro que el de una vampira despechada
109. Las semidiosas lo llevan en la sangre
110. La crisis existencial más cercana podría estar detrás de ti
111. Odio secuestrar y darme a la fuga
112. Nunca más podrás volver a casa
113. El baúl de los recuerdos está en el infierno
114. Escoge tus escarnios
115. Batalla épica de chicas: alas contra colmillos
116. Son como la noche y el puñal
117. Pelo para hoy, hambre para mañana
118. Maldiciones y abrazos
119. Nadie es de piedra, ni siquiera una gárgola
120. La runa donde sucedió

121. Muere en la línea discontinua
122. Seguro que te crees que se pelean por ti
123. Por intentarlo, que no quede
124. Favor con favor (y favor y favor y favor) se paga
125. «We’re gonna rock around the block tonight»
126. Si me haces adivinar una vez, la culpa es tuya
127. La caída de las murallas
128. Cuenta, cuenta
129. Sé lo que hicisteis en las sombras
130. Más vale cuervo en mano que muerte segura
131. Patinaje sobre vísceras
132. A veces hay que exprimirse el cerebro
133. Mejor nos ahorramos el brindis
134. Cierra los ojos y piensa en cosas bonitas (y rosas)
135. Ee I ee I, oh no
136. Miquiquiriquí Jackson estaría orgulloso
137. Una de cal...
138. Una pesadilla para recordar
139. Esto va a llevarme a la runa
140. Una runa propia
141. Dejarse la piel
142. Por la boca muere la gárgola
143. Las vueltas que da la vida
144. Ensártame en pedazos
145. Muerte y desorden
146. Cuando se cierra una ventana, se abre un portal
147. En alas de la verdad
148. No tenemos tiempo que matar
149. Grandes sufrimientos, lágrimas y lamentos
150. El problema de no dar la talla
151. Bajo la sangre de la luna
152. Plan A, plan B, plan Cementerio-allá-vamos
153. Si los deseos fueran montañas rusas, las gárgolas se montarían
154. Imagine Dragons

155. Hay cosas que no salen a la fuerza
156. El retorno de los forúnculos
157. Arriba, arriba, sin parar
158. Venga, a tu caja (torácica)
159. La lealtad siempre me ha favorecido
160. La separación es tan dulce pena...
161. ¡Chas! y aparezco a tu lado
162. Perdiéndolo todo, menos el hilo
163. Rebelaos ante el dios máquina
164. Lo que no nos (m)atanos hace más fuertes
165. Dioses falsos y monstruos muy reales
166. Solo se reina una vez
167. No te enrolles
168. A veces, un rayo cae dos veces en el mismo lugar
169. A mi manera
170. La jefa del lugar
171. Sin agallas no hay gloria
172. ¿Y la corona pa’ cuándo?
173. Jaque mate al rey
174. Más grandes y más regios
175. El fin del juego
Epílogo. Un golpe de Grace (Hudson)
Pero ¡espera! ¡Aún hay más!
Agradecimientos
Créditos

Sinopsis
Nadie sobrevivió ileso a la última batalla. Flint está enfadado con el mundo,
Jaxon se está convirtiendo en algo que no reconozco, y Hudson ha
levantado un muro que no estoy segura de poder romper.
Ahora se acerca una guerra y no estamos listos. Necesitaríamos un
ejército para tener alguna esperanza de ganar. Pero antes de eso necesito
encontrar respuestas a las incógnitas sobre mis antepasados. Respuestas que
podrían revelar quién es el verdadero monstruo entre nosotros… en un
mundo lleno de vampiros sedientos de sangre, gárgolas inmortales y una
antigua batalla entre dos dioses.
No hay garantía de que nadie se quede en pie cuando el polvo se
asiente, pero si queremos salvar este mundo, no tengo otra opción. Tendré
que abrazar cada parte de mí ... incluso las partes que más temo.

FULGOR
(Serie Crave 4)
Tracy Wolff
Traducción de Pura Lisart e Isabella Monello

Para Stephanie, gracias por haber aceptado

Nota de la autora: En este libro se describen ataques de pánico, muertes, violencia, tortura
psicológica, momentos tensos relacionados con insectos, situaciones de vida o muerte,
amputaciones y contenido sexual. Estos temas se han tratado con sensibilidad, pero he querido
advertirte con antelación por si pudieran afectarte de alguna manera.

0
Sentirlo hasta que te rompa
(Hudson)
Estamos jodidísimos.
Y si la expresión de terror de Grace indica algo, es que ella también lo
sabe.
Me gustaría decirle que todo va a salir bien, pero la verdad es que yo
también estoy aterrorizado. Solo que no por las mismas razones que ella,
aunque todavía no estoy preparado para tocar ese tema.
Ahora mismo está sentada en mi sofá, enfrente de la chimenea, con el
pelo aún húmedo de la ducha y los rizos relucientes bajo la luz parpadeante.
Lleva una de mis camisetas y un par de mis pantalones de chándal
arremangados.
Jamás ha estado más preciosa.
O más indefensa.
Ante la idea, el miedo amenaza con abrumarme, aun cuando me digo a
mí mismo que no está tan indefensa como me creo, ni de lejos. Aunque me
asegure a mí mismo que puede superar cualquier cosa que nuestro puto
mundo le ponga por delante.
Cualquier cosa excepto a Cyrus.
Si algo he aprendido de mi padre es que jamás se detendrá. No hasta
que consiga lo que quiera, y que les den a las consecuencias.
La idea hace que se me hiele la sangre.

En toda mi amarga existencia, jamás le he temido a nada: no me da
miedo vivir, y mucho menos morir. Fue aparecer Grace y ahora vivo en un
terror constante.
Terror a perderla y terror a que, si lo hago, se lleve la luz consigo. Sé lo
que es estar en las sombras..., he vivido toda mi puta vida en la oscuridad.
Y no pienso volver.
—¿Quieres...? —Me aclaro la garganta y vuelvo a empezar—. ¿Quieres
algo de beber? —pregunto, pero Grace no me contesta.
Ni siquiera estoy seguro de que me haya oído, pues continúa con la
mirada fija en el móvil, no quiere perderse nada de lo que concierne a Flint.
El especialista ha llegado hace diez minutos para examinarlo, y la espera
para saber si podrá salvar la pierna está siendo interminable. Sé que le
gustaría estar en la enfermería con él, a todos nos gustaría, pero cuando nos
ha pedido privacidad no hemos podido negarnos.
—Vale, bien. Tardo solo unos minutos —le aseguro, porque ella no es la
única que necesitaba darse una ducha desesperadamente.
Sigue sin contestar y no puedo evitar preguntarme qué estará pensando.
Qué estará sintiendo. Apenas ha pronunciado unas cuantas palabras desde
que regresamos al instituto y nos dimos cuenta de que Cyrus nos había
engañado para secuestrar a todos los alumnos mientras luchábamos en la
isla. Solo me gustaría saber qué puedo hacer para ayudarla. Para llegar
hasta ella antes de que todo vuelva a irse a la mierda.
Porque ocurrirá. Las nuevas y terroríficas alianzas que ha forjado Cyrus
son prueba de ello. Al igual que el atrevido secuestro de los hijos de los
seres paranormales más poderosos del mundo. Ya no puede ir más allá, lo
único que le queda por hacer es destruirlo todo.
Como no quiero dejar a Grace sentada sola y en silencio, me dirijo a mi
colección de vinilos y rebusco entre los álbumes hasta que mis dedos se
paran en el de Nina Simone. Saco el vinilo de su funda y lo coloco en el
tocadiscos, toco un botón y espero a que la aguja se desdoble y baje con una
crepitante dentellada de estática antes de que la voz ronca de Nina llene la
silenciosa estancia. Ajusto el volumen para que suene de fondo y, después
de mirar por última vez el cuerpo inmóvil de Grace, me doy la vuelta y me
encamino al baño.

Me doy la ducha más rápida que jamás se haya visto, teniendo en cuenta
la cantidad de sangre, vísceras y muerte que tengo que quitarme de encima.
Me visto casi igual de rápido.
No sé por qué voy así de acelerado, no sé qué temo encontrarme
cuando...
Mi pulso se ralentiza cuando veo a Grace justo donde la he dejado. Y
por fin admito la realidad: la razón por la que no he querido apartar la vista
de ella es que me da miedo que se percate de que se ha equivocado al
elegirme.
¿Es un miedo irracional, aun teniendo en cuenta que me ha dicho que
me quiere? ¿Que me elige a mí a pesar de todo lo que está pasando, a pesar
de saber la carga que suponen mis poderes? Por supuesto que lo es.
¿Consigue eso que desaparezca? Ni de coña.
Ese es el poder que ejerce ella sobre mí, el poder que ejercerá siempre.
—¿Sabemos algo de Flint? —le pregunto a la par que saco una botella
de agua de la nevera que hay en la esquina de la habitación y se la llevo.
—Aún no han dicho nada por el grupo.
Trato de pasarle el agua, pero, cuando a pesar de ver mi brazo extendido
no la coge, me dirijo a la otra esquina del sofá, me siento a su lado y coloco
la botella en la mesa que hay delante de nosotros.
Entonces ella le da la espalda al fuego y me atraviesa con una mirada
dolida mientras susurra:
—Te quiero.
Y mi corazón vuelve a acelerarse.
Está muy seria, demasiado seria, suena incluso algo desesperada. Así
que hago lo que siempre he hecho para sacarla de su ensimismamiento: le
tomo el pelo, esta vez emulando nuestra cita favorita de una película.
—Lo sé.
Cuando una sonrisa perezosa asoma a las lindes de las sombras que hay
en sus ojos, sé que he tomado la decisión correcta. Tiro de ella para que se
siente sobre mi regazo y disfruto de la sensación de tener todo su cuerpo
pegado al mío. Bajo la mirada y paso el dedo por el anillo de compromiso
que le regalé; recuerdo la promesa que le hice ese día, la temblorosa

convicción de mi voz mientras pronunciaba esas palabras trascendentales, y
se me encoge el pecho.
—¿Sabes? —pregunta mientras busca mi mirada para que se encuentre
con la suya—. Dijiste que si adivinaba la promesa que habías hecho me la
contarías. Creo que lo he averiguado.
Levanto una ceja.
—¿La sabes?
Asiente.
—Prometiste traerme el desayuno a la cama durante el resto de mi vida.
Me río con un resoplido.
—Lo dudo. Eres insoportable por las mañanas.
Su cara se ilumina con la primera sonrisa auténtica que le he visto desde
lo que se me antoja una eternidad.
—¡Oye!... No sé de qué me estás hablando.
Entonces se ríe de su propio chiste y no puedo evitar unirme a ella. Es
una pasada verla sonreír de nuevo.
—Ya lo sé... —continúa mientras finge rumiar alternativas—. ¿Has
prometido dejarme ganar todas las discusiones?
Me río con todas mis ganas ante la ridícula sugerencia. Le encanta
discutir conmigo. Lo último que querría sería que yo me achantara y dejara
que se saliera con la suya.
—Ni hablar.
Entonces Grace se queda quieta y parpadea.
—¿Es que no me lo vas a contar nunca?
No está preparada para escuchar lo que prometí antes de saber que
alguna vez correspondería a mis sentimientos. Así que, en vez de eso,
bromeo.
—¿Y qué gracia tendría?
Ella hace como que me da un puñetazo en el hombro.
—Algún día te lo voy a sonsacar. —Pasa la mano delicada por mi
incipiente barba y vuelve a mirarme con seriedad—. Tengo todo el tiempo
del mundo para seguir adivinando, compañero.
Y así, sin más, combustiono.

—Te quiero —susurro y me inclino para rozar sus labios con los míos.
Una vez, dos veces. Pero Grace no piensa consentirlo. Levanta los brazos y
sujeta mi cabeza entre la palma de las manos; sus pestañas aletean sobre las
mejillas justo antes de que me exija que le entregue todo de mí. Mi aliento.
Mi corazón. Mi alma entera.
Ambos nos quedamos sin respiración y me inclino hacia atrás para
capturar su mirada. Podría perderme en las profundidades de sus cálidos
ojos castaños durante toda la eternidad.
—Te quiero —le vuelvo a decir.
—Lo sé. —Me toma el pelo al repetir las palabras que he pronunciado
antes.
—Esa boca de sabelotodo va a acabar matándome —murmuro, y
comienzo a besarla una vez más mientras en mi cabeza danza la idea de
cogerla en volandas y llevarla hasta la cama. Pero ella se pone rígida y sé
que el comentario irreflexivo sobre mi muerte le ha recordado, nos ha
recordado a ambos, todo lo que hemos perdido y lo que todavía podríamos
perder.
Casi se me detiene el corazón cuando veo que se le llenan los ojos de
lágrimas.
—Lo siento —musito.
Ella niega con la cabeza con rapidez, como para asegurarme que no
debería castigarme por el desliz, pero, bueno, eso no va a pasar. Entonces se
muerde el labio; la barbilla le tiembla, ya que intenta retener todo el dolor
que siente dentro, y por millonésima vez quiero darme una bofetada por
hablar siempre primero y pensar después cuando está cerca de mí.
—Nena, todo va a salir bien —afirmo aun cuando todo mi interior se
convierte en líquido. Los huesos, las arterias, los músculos... Todo se
disuelve en el intervalo que va de una respiración a otra, y todo lo que me
queda es lo que seré una vez que no esté Grace. Una cáscara vacía y
sangrante—. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué necesitas...?
Me interrumpe al colocarme los finos dedos fríos sobre la boca.
—Luca ha muerto en vano. La pierna de Flint, el corazón de Jaxon,
todo... Todo ha sido en vano, Hudson —farfulla.

Vuelvo a estrecharla entre los brazos, la abrazo mientras la angustia de
lo que hemos sobrevivido se abre paso por su sistema; su temblor se
convierte en el mío porque sé que ya no me quedan excusas.
En este instante, mientras abrazo a la chica a la que amo, la chica por la
que haría cualquier cosa con tal de salvarla, sé que mi tiempo se ha agotado.
La fría y dura realidad que llevo evitando con todas mis fuerzas durante la
última hora me golpea de pleno y me deja sin respiración.
Es todo culpa mía.
Todo. Cada agonía, cada muerte, cada momento de dolor que Grace y
los demás han sufrido en esa isla... Todo es por mi culpa.
Porque he sido un egoísta. Porque todavía no quería renunciar a ella.
Porque he sido débil. Me he pasado toda la vida huyendo del destino que mi
padre siempre quiso para mí, pero ahora me he dado cuenta de que no me
queda alternativa. Viene a por mí lo quiera o no, y no puedo hacer una
mierda para evitarlo. No por segunda vez. No si la felicidad de Grace está
en juego.
Y cuando me rinda ante mi destino, me temo que nos destruirá a todos.

1
A veces a la tercera
no va la vencida
Quiero estar donde sea menos aquí.
Donde sea menos aquí de pie, en medio de esta sala excesivamente fría
que hiede a dolor, a sufrimiento y a una gran cantidad de antisépticos. Le
dirijo una sonrisa fugaz a Hudson antes de encararme al resto del grupo.
—¿Qué es lo primero que vamos a hacer? —inquiere Macy en voz baja,
pero la pregunta de mi prima hace eco por la enfermería en ruinas, y rebota
por las paredes vacías y las camas rotas como un disparo.
Es la pregunta del millón, o más bien del billón. Y ahora mismo, delante
de Macy y nuestros amigos, no tengo ni idea de cómo contestar.
A decir verdad, llevo en estado de shock desde que aparecimos en el
Katmere y nos lo encontramos arrasado, con las paredes manchadas de
sangre, las aulas hechas un desastre y todos los alumnos y los profesores
desaparecidos. Y ahora nos enteramos de que no ha habido forma de
salvarle la pierna a Flint. Estoy destrozada, y el hecho de que él intente con
tanto ahínco mostrarse fuerte lo empeora mil veces más.
Una hora después, y tras haberme dado una ducha, puede que me sienta
más limpia, pero todavía no me he recuperado de tanta devastación.
Peor aún, mientras paso la vista del rostro de uno de mis amigos al otro
—Jaxon, Flint, Rafael, Liam, Byron, Mekhi, Eden, Macy, Hudson—, es
evidente que están tan alterados como yo. Y ninguno parece tener mucha
más idea sobre qué va a ser lo siguiente.

Pero, bueno, ¿qué se supone que debemos hacer en un momento así? Un
momento en el que el mundo tal y como lo conoces está llegando a su fin y
tú estás en medio viendo cómo se desmorona ladrillo a ladrillo. Un
momento en el que cada muro que has reforzado tan solo ha creado una
grieta en todo lo que te rodea que lo hará derrumbarse.
No es la primera vez que hemos sufrido una pérdida en los últimos
meses, pero sí es la primera desde que mis padres murieron que parece que
no hay esperanza para nosotros.
Incluso cuando estaba sola en el campo del Ludares, supe que las cosas
saldrían bien: si no para mí, sí para el resto de las personas que me
importan. O cuando me enfrenté a los gigantes con Hudson, siempre supe
que él sobreviviría. Lo mismo cuando estábamos en la isla de la Bestia
Imbatible para enfrentarnos al rey vampiro y a sus tropas, aún sentía que
teníamos una oportunidad. Aún sentía que, de alguna forma,
encontraríamos la manera de derrotar a Cyrus y sus impías alianzas.
Y al final, cuando huyó, pensamos que lo habíamos conseguido.
Que al menos, si no habíamos ganado la guerra, habíamos ganado esa
batalla.
Que los sacrificios, los inconmensurables sacrificios que habíamos
hecho, habían valido la pena.
Hasta que regresamos aquí, al Katmere, y nos dimos cuenta de que no
habíamos librado una guerra, ni siquiera una batalla. No, lo que para
nosotros había sido una cuestión de vida o muerte, lo que nos había hecho
caer de rodillas y nos había abocado a un abismo de desesperación, ni
siquiera había llegado a ser una batalla. En lugar de eso, había consistido
más bien en un juego; uno que trataba de mantener a los niños ocupados
mientras los adultos se encargaban de ganar la verdadera guerra.
Me siento como una idiota..., como una fracasada. Porque, a pesar de
que sabía que no se puede confiar en Cyrus, a pesar de que sabía que se
guarda una infinidad de ases bajo la manga, nos lo tragamos. Peor aún,
algunos de los nuestros incluso murieron.
Luca murió y ahora Flint ha perdido una pierna.
A juzgar por la cara de cada una de las personas que hay en la
enfermería, no soy la única que se siente así. Una mezcla amarga de agonía

e ira se cierne sobre nosotros. Es tan pesada que apenas sobra espacio para
sentir cualquier otra cosa; apenas sobra espacio incluso para pensar en
cualquier otra cosa.
Marise, la enfermera del instituto y la única superviviente que queda en
el Katmere, descansa en una de las camas de hospital. En sus brazos y en
una mejilla siguen apreciándose las magulladuras y los cortes; son el
testimonio de que peleó con uñas y dientes, pues su metabolismo vampírico
todavía no la ha curado. Macy le lleva una botella de sangre de una nevera
cercana y Marise asiente como agradecimiento antes de beber. Es evidente
que haber ayudado al especialista con Flint ha agotado las pocas fuerzas
que le quedaban.
Le echo un vistazo a Flint, que descansa en una cama del rincón con lo
que le queda de pierna en alto; observo el dolor que marca un rostro que
normalmente esboza una amplia sonrisa bobalicona y se me cae el alma a
los pies. Parece tan pequeño, con los hombros hundidos por el dolor y la
pena, que tengo que tragarme la bilis que me sube por la garganta. Lo único
que me mantiene en pie en estos momentos es la pura fuerza de voluntad;
bueno, eso y Hudson, que me envuelve la cintura con un brazo, como si
supiera que me caería al suelo sin su apoyo. Su abrazo, su evidente intento
de consolarme, debería tranquilizarme. Y quizá lo haría si ahora mismo no
estuviera temblando tanto como yo.
El silencio se extiende entre nosotros como una cuerda en tensión, hasta
que Jaxon se aclara la garganta y dice con una voz tan áspera como nuestros
sentimientos:
—Tenemos que hablar de Luca. No queda mucho tiempo.
—¿Luca? —pregunta Marise, su congoja es evidente en la afonía de su
voz—. ¿No ha sobrevivido?
—No. —La respuesta de Flint es tan vacía como sus ojos—. No lo ha
hecho.
—Hemos traído su cuerpo de vuelta al Katmere —añade Mekhi.
—Bien. No debería quedarse en esa isla del demonio. —Marise intenta
articular algo más, pero su voz se quiebra a la mitad. Se aclara la garganta y
vuelve a intentarlo—: Pero tenéis razón. No queda mucho tiempo.

—¿Tiempo para qué? —indago a la par que miro a Byron, quien se saca
un móvil del bolsillo de delante.
—Hay que avisar a los padres de Luca —contesta mientras pasa el dedo
por la pantalla—. Tienen que enterrarlo antes de que pasen veinticuatro
horas.
—¿Veinticuatro horas? —repito—. Me parece muy poco tiempo.
—Es que lo es —afirma Mekhi—. Pero si no está sellado dentro de una
cripta para entonces, se desintegrará.
La dureza de esa respuesta, de este mundo en general, hace que me falte
el aire.
Por supuesto, todos nos convertimos en polvo al final, pero qué horrible
que ocurra así de rápido. Puede que antes incluso de que los padres de Luca
puedan verlo. Sin duda, antes de que cualquiera de nosotros pueda hacerse a
la idea de que nos ha dejado de verdad.
Antes de que podamos despedirnos.
—Byron tiene razón —confirma Macy entre susurros—. Los padres de
Luca merecen la oportunidad de despedirse.
—Por supuesto que sí —coincide Hudson con una voz que convierte el
repentino silencio en una herida punzante—. Pero no podemos permitirnos
concedérsela.
Parece que nadie sabe qué contestar a eso y, en vez de hablar, todos lo
miramos fijamente, desconcertados. No puedo evitar preguntarme si lo he
oído mal y, a juzgar por la cara de los demás, sienten lo mismo que yo.
—Tenemos que decírselo —anuncia Jaxon, y está claro que no tiene
ganas de discutir sobre el tema.
—¿A qué te refieres? —pregunta Macy a la vez. Aunque no suena
enfadada. Solo preocupada.
—Necesitan tiempo para trasladar el cuerpo a la cripta familiar —
informa Byron, pero ha dejado de toquetear el móvil; quizá porque por fin
ha encontrado el número de los padres de Luca o porque no se puede creer
lo que está oyendo—. Si no los llamamos ahora, no quedará ni rastro de él.
Hudson aparta el brazo con el que me rodea la cintura y se aleja, no
puedo evitar temblar ante la ausencia de su calidez.

—Ya lo sé —contesta a la par que se cruza de brazos—. Pero son
vampiros, de la Corte Vampírica. ¿Cómo sabemos que podemos fiarnos de
ellos?
—Su hijo está muerto. —A Flint se le quiebra la voz por la indignación
mientras forcejea para ponerse de pie. No me puedo creer que ya se haya
levantado y esté moviéndose, pero los metamorfos se curan rápido, incluso
bajo las circunstancias más funestas. Jaxon se vuelve para ayudarlo, pero
Flint levanta la mano en un silencioso «ni te me acerques», aunque no
aparta la mirada de Hudson ni un segundo—. ¿De veras crees que se
pondrán del lado de Cyrus?
—¿Tanto te sorprende la idea? —El rostro de Hudson no muestra
emoción alguna cuando se vuelve hacia Jaxon—. Tú apenas has
sobrevivido al último encuentro con tu propio padre.
—Eso es distinto —espeta Jaxon.
—¿Por qué? ¿Porque se trata de Cyrus? ¿En serio crees que es el único
que piensa de esa forma? —Levanta una ceja—. Si lo fuera, no nos las
habríamos tenido que ver con tanta gente en esa maldita isla.
El silencio se alarga hasta que Eden habla.
—Me duele, pero creo que Hudson tiene razón. —Niega con la cabeza
—. No sabemos si podemos fiarnos de los padres de Luca. No sabemos si
podemos fiarnos de nadie.
—Su hijo está muerto —repite Flint con empatía y entrecierra los ojos
para mirar a Eden—. Tienen que saberlo mientras todavía quede tiempo
para enterrarlo. Si sois unos putos cagones y no queréis hacerlo, pues lo
haré yo. —Le clava una mirada llena de ira a Hudson—. ¿No se te ha
ocurrido que no tendríamos que darles esta noticia si tú hubieras hecho tu
trabajo?
Yo jadeo cuando las palabras reverberan por mi cuerpo como si me
hubieran golpeado. Está claro que se refiere a la habilidad de Hudson de
desintegrar a nuestros enemigos con solo pensarlo. Quiero cantarle las
cuarenta a Flint por haber sugerido siquiera semejante cosa o, peor aún, por
esperar que lo hiciera; pero sé que está dolido y que ahora no es el
momento.

Hudson busca mi mirada enseguida, pero yo intento asegurarle con los
ojos que no es culpa suya. Aun así, a la velocidad del rayo vuelve a
centrarse en Flint y abre los brazos en un gesto de incredulidad.
—Yo estaba ahí luchando, igual que tú.
—Pero no es lo mismo, ¿no crees? —Flint enarca una ceja—. Actúas
como si lo hubieras dado todo de ti en esa pelea, pero todos sabemos que no
es verdad. ¿Por qué no te haces esta pregunta?: Si hubiera sido Grace la que
hubiera estado a punto de morir, ¿estaríamos teniendo esta conversación o
seguiría con vida?
Hudson aprieta la mandíbula.
—No sabes de qué coño estás hablando.
—Sí, sigue engañándote.
Y con eso, Flint usa el borde de la cama para saltar hasta un par de
muletas que hay en la esquina. Se las coloca debajo de las axilas y se
esfuma sin pronunciar palabra.
Hudson no dice nada. Nadie dice nada.
Se me encoge el corazón al pensar en las decisiones que tiene que
tomar, las expectativas que carga a la espalda. Expectativas demasiado
pesadas para que nadie pueda con ellas. Y aun así, él lo hace. Siempre.
Pero eso no significa que tenga que hacerlo solo.
Lo atraigo otra vez hacia mis brazos y apoyo la cabeza contra su pecho,
cierro los ojos y escucho el estable latido de su corazón hasta que comienza
a relajar los hombros, hasta que apoya los labios en mi pelo y me da un
suave beso. Solo entonces suspiro. Va a estar bien. Todos vamos a estar
bien.
Pero entonces abro los ojos, mi mirada se posa en nuestros amigos y me
quedo sin aliento.
Arrepentimiento. Ira. Acusación. Está todo ahí... dirigido hacia Hudson
y hacia mí.
Es entonces cuando reconozco la verdadera victoria de Cyrus.
Estamos divididos.
Lo cual es otra forma de decir que estamos bien jodidos. Otra vez.

2
Un momento de calma
y una decisión
Con los rostros ensombrecidos por toda esta maraña de sentimientos
encontrados, la Orden se mueve para ponerse justo detrás de Jaxon, quien
se encara con Hudson. Noto un repentino y desagradable cosquilleo en el
estómago. La situación posee todos los ingredientes para convertirse en un
enfrentamiento típico del lejano Oeste, y no me apetece acabar en medio del
fuego cruzado. Ni tampoco ver cómo otra persona acaba en él.
Por eso mismo doy un paso adelante y me interpongo entre Jaxon y mi
compañero. Hudson emite un sonido gutural de disgusto, pero no intenta
detenerme. Me planteo la posibilidad de defender las decisiones que ha
tomado Hudson durante el enfrentamiento, pero al final decido que lo más
importante ahora es centrarnos en Luca. Ya ha empezado la cuenta atrás
para que su cuerpo acabe reducido a cenizas.
Me prometo a mí misma que en el futuro tendremos una conversación
sobre lo que todo el mundo espera que Hudson haga en una batalla, pero
hoy no será el día. Bastantes problemas tenemos ya como para sumar más.
—Vale, Jaxon, lo entiendo —digo, y con la mano hago un gesto
apaciguador para tranquilizar al chico que hasta no hace mucho lo era todo
para mí—. Esto es una mierda. Sí, una puta mierda. Pero debes comprender
lo peligroso que es meter aquí a los padres de Luca.
—¿Peligroso? —Me lanza una mirada de incredulidad mientras abre los
brazos, en un gesto muy similar al del propio Hudson de hace un momento.

Nadie podría negar que son hermanos—. ¿Qué más podrían hacerle a este
lugar? Por si no te has dado cuenta, está casi en ruinas.
—Sin olvidarnos del hecho de que, si quieren atacarnos, no van a
esperar a que les enviemos una invitación escrita a mano —añade Byron—.
No es que contemos con una superdefensa ahora mismo.
—Ya, pero es que no saben que estamos aquí —interviene Eden al
tiempo que se coloca justo al lado de Hudson—. Hasta donde ellos saben,
hemos venido, hemos visto lo que queda del castillo y nos hemos ido vaya
usted a saber adónde. Cosa que, debo admitir, creo que es lo que
deberíamos hacer, chicos.
—Yo puedo informar a los padres de Luca. —Marise se incorpora en la
cama de hospital y, aunque sigue un poco pálida, sus heridas por fin están
empezando a sanar—. Vosotros, mientras, buscad un lugar seguro, alguna
zona fuera del campus.
—No vamos a dejarte aquí, Marise —afirma Macy decidida mientras se
coloca junto a la vampira, cerca de la Orden—. Si nos marchamos, te vienes
con nosotros.
—No tengo fuerzas para irme por ahí con nadie —contesta la vampira
sanadora.
—Y por eso mismo no vamos a ir a ningún lado hasta que no estés
recuperada —explica Macy—. Además, te han dado por muerta, así que es
más que evidente que saben que estás en nuestro bando. Seguro que, en
cuanto se enteren de que sigues viva, irán a por ti igual que irán a por
nosotros.
—A mí no me harían daño —replica Marise, aunque no suena muy
convencida.
—No vamos a dejarte aquí —insisto yo; voy a la nevera y saco otra
botella de sangre para ella. Marise la acepta y bebe buena parte del líquido
antes de dejarla en la mesilla que tiene junto a la cama.
—Los padres de Luca tienen derecho a saber lo que ha pasado —repite
Jaxon, pero la hostilidad implícita de su actitud se desvanece poco a poco
con cada palabra—. Sean traidores o no, merecen la oportunidad de enterrar
a su hijo. Pase lo que pase si los invitamos, cualquier problema que pueda

surgir, podremos con todo. Porque negarles esto... —Jaxon cierra los ojos y
niega con la cabeza—. Negarles esto...
—... no nos hace mejores que Cyrus —acaba Hudson por su hermano
con el mismo tono de resignación.
—Hay cosas por las que vale la pena correr el riesgo —dice Mekhi—, y
hacer lo correcto es una de ellas.
Eden se muerde el labio y parece que está a punto de discutírselo, pero
al final se pasa una mano por el pelo en un gesto de frustración y asiente.
Jaxon espera por si alguien más quiere intervenir en la conversación,
mirándonos uno a uno. Por suerte, la conformidad de Hudson parece haber
convencido al resto. Al ver que nadie va a decir nada, Jaxon se vuelve hacia
Marise.
—Yo los llamaré.
Entonces Jaxon saca el móvil del bolsillo y se desvanece por la puerta
hacia el pasillo.
—Y ahora ¿qué hacemos? —pregunta Macy, y por su voz temblorosa
parece tan débil como yo.
—Ahora, esperar —contesta Hudson con la mirada clavada en la puerta
por la que acaba de desvanecerse su hermano—. Y rezar para que no
estemos cometiendo un gran error.

3
Una manera sangrienta de tratar
a los pacientes
Veinte minutos más tarde, Flint vuelve a estar en su cama de la enfermería
con un cabreo de la hostia mientras Marise se prepara para curarle la herida
tal como le ha indicado el especialista.
—No te muevas de ahí —le ordena—. Tengo que ir a por más vendas.
—Y yo que pensaba salir a escalar el Denali —contesta con un intento
forzado de sarcasmo.
Ella se limita a negar con la cabeza y se dirige con paso vacilante a un
armarito en el rincón opuesto de la enfermería; una señal inequívoca de que
todavía no se encuentra ni la mitad de bien de lo que quiere hacernos creer.
Jaxon y la Orden se han marchado para ocuparse de lo de Luca, y ella
ha insistido en que vuelva a llevar a Flint allí para que le eche un vistazo a
su pierna. Me imaginaba que Hudson también se iría cuando Flint le ha
lanzado una mirada asesina en cuanto ha puesto un pie en la enfermería.
Pero he de decir a su favor que se ha quedado. Por supuesto, en estos
momentos está apoyado contra una pared y finge estar usando el móvil; sin
embargo, está aquí para respaldar a Flint tanto como este se lo permita.
Al ver a Flint intentando ser valiente después de todo lo que ha perdido,
un pánico que me resulta muy familiar me retuerce el estómago. Inspiro de
forma lenta y profunda. Espiro. Y vuelvo a inspirar.
Marise abre el armarito de cristal y rebusca entre varios botes de
pastillas hasta que encuentra el que busca.

—Toma, te tocan más analgésicos —le dice cuando vuelve a su lado y
le tiende dos pastillas azules.
Después de que Marise haya limpiado la herida y comience el tedioso
proceso de volver a vendarla, Macy y Eden le preguntan acerca del ataque.
—Lo siento, chicas —se disculpa tras no poder ofrecer ninguna
información nueva a otra ronda de preguntas más—. Me encantaría tener
más respuestas para vosotras.
Macy y Eden intercambian una mirada antes de que Macy conteste:
—No, no. No pasa nada. Estabas jugándote la vida, lo entendemos. No
es el mejor momento para hacer preguntas. Es solo que ojalá supieras algo
que pudiera ayudarnos a decidir cuál será nuestro siguiente paso.
—Bueno, creo que deberíais quedaros en el Katmere, donde estaréis a
salvo —contesta Marise mientras recoge las vendas usadas—. No tiene
sentido dejar que os capturen y darle a Cyrus la oportunidad de quitaros
también vuestros poderes.
—Espera; Cyrus ha secuestrado a los alumnos para chantajear a sus
padres y forzarlos a actuar según su voluntad —comenta Eden con las cejas
enarcadas—, ¿no es así?
Me inclino hacia delante. ¿Nos estábamos equivocando?
Marise se encoge de hombros y devuelve la mirada a la pierna de Flint.
—Yo no sé nada de eso, pero escuché por encima a un lobo que decía
que necesitaban magia joven para activar algo.
Lanzo un grito ahogado y niego con la cabeza sin dirigirme a nadie en
especial. «No, no, no. Eso no puede ser cierto.»
—¿Los ha secuestrado para robarles la magia? —A Macy se le quiebra
la voz en la última palabra y abre los ojos como platos por el terror—. Pero
la magia está ligada a nuestras almas. Si Cyrus trata de extraerla, ¡acabará
matándolos!
Miro a Hudson para ver si él también está oyendo esto y no me
sorprende descubrirlo contemplando fijamente a la vampira con los ojos
entrecerrados, perdido en sus pensamientos.
—Lo siento —se disculpa Marise mientras se vuelve para tirar las
vendas de Flint a un contenedor médico cercano—. Es todo lo que sé.

Macy le hace otra pregunta, pero ya no puedo oír nada porque lo
camufla el pitido de mis oídos. Cuando llegamos al instituto y nos dimos
cuenta de que Cyrus había secuestrado a todo el mundo, nos dejó
horrorizados. Pero, aun así, muy en el fondo creo que todos esperábamos
que no fuera a matarlos. A ver, no va a poder usarlos para chantajear a sus
padres si están muertos, ¿no?
Pero ahora, al darme cuenta de que puede que solo los quiera por su
magia, que no tiene por qué mantenerlos con vida una vez que les haya
arrebatado lo que necesita de ellos, no me puedo creer que me haya tomado
el tiempo para darme una ducha. O, madre mía, que encima me haya liado
con Hudson mientras los alumnos podrían estar muriendo.
Levanto la mirada hacia mi compañero y después deseo no haberlo
hecho, pues sé que llevo escrito lo que pienso en la cara. El remordimiento.
La vergüenza. El terror.
Se le tensa la mandíbula antes de poder evitarlo, pero entonces, cuando
se da cuenta de lo disgustada que estoy, desdibuja cualquier emoción de su
rostro. El remordimiento se aloja en mi estómago y me lo revuelve. Porque,
sin importar lo devastadora que haya sido esta noticia para mí, nada se
compara a lo que sin duda está sintiendo Hudson. No después de las
acusaciones de Flint.
Sí, ha intentado fingir que no era para tanto, que las palabras de Flint le
han entrado por un oído y le han salido por el otro. Lo cual no me habría
molestado tanto si tan solo estuviera fingiendo con los demás. Pero también
lo está haciendo conmigo, y eso, más que cualquier otra cosa, me indica lo
destrozado que está.
Hudson y yo no fingimos el uno con el otro, nunca lo hemos hecho. No
cuando nos descongelé, cuando estaba atrapado en mi cabeza y era
imposible escondernos nada. Y tampoco ahora que está fuera, porque ese no
es el tipo de pareja que somos. Nos decimos la verdad, incluso cuando
duele. Así que, si ha llegado tan lejos como para ocultarme algo, las cosas
están mal. Muy pero que muy mal.
El miedo me hiela la sangre y empiezo a cruzar la habitación para llegar
hasta él. Tiene que saber que no es culpa suya, tiene que entender que no se

puede echar nada de esto a la espalda. Pero, antes de que lo consiga, Marise
comienza a darle a Flint una letanía de instrucciones sobre la pierna.
Entretanto, nos agolpamos alrededor de la cama ya que queremos saber
lo que podemos hacer para ayudar, si es que podemos hacer algo. Incluso
Hudson deja el móvil, aunque no hace ademán de acercarse a la cama ni a
Flint.
Sin embargo, al final ya no hay más preguntas que hacer. Simplemente
sabemos que, por mucho que deseemos que esto no estuviera ocurriendo, no
nos queda otra que apoyar a Flint.
Porque la verdad es que, sin importar cuánto poder poseas, a veces
aquello que se ha roto debe permanecer así, por mucho que desees lo
contrario.
—Siento mucho que te haya pasado esto —le comunica Macy mientras
le acaricia el brazo con el fin de tranquilizarlo—. Pero vamos a hacer lo que
esté en nuestra mano. Podemos llevarte a la Corte Bruja, los curanderos
pueden hacerte una pierna prostética y...
—¿Hablamos de las mismas brujas que intentaron matarnos? —contesta
de forma mordaz.
—Perdona —susurra y los ojos se le llenan de lágrimas—. No quería...
Flint habla entre dientes mientras niega con la cabeza.
—No me hagas caso. Estoy de mal humor.
—Ya, si alguien tiene derecho a estarlo... —Macy parpadea para
aguantar las lágrimas—. Ese eres tú.
Me siento un poco cotilla ahí de pie contemplando el sufrimiento de
Flint, así que le doy la espalda a la vez que Marise le comenta:
—La parte buena es que estás curándote muy bien, incluso más rápido
que los metamorfos normales. La herida ya está totalmente cerrada y espero
que la piel termine de sanar por completo en las próximas veinticuatro
horas. Mientras, necesitarás antibióticos y algunas vendas más.
Eden se acerca a él y choca el hombro con el suyo.
—Vas a estar bien —dice con fiereza—. Nos encargaremos de ello.
—Sí, exacto —corrobora Macy.
—No me puedo creer que esto esté pasando —murmuro para nadie en
especial, y un instante después Hudson está a mi lado y me pone las manos

en los hombros para que lo mire.
—Flint se pondrá bien —asegura—. Todo va a ir bien.
Levanto una ceja.
—Me consolaría si de verdad pensara que te lo crees.
Antes de que pueda ocurrírseme algo más que decir, Jaxon vuelve a
entrar en la sala y se detiene al otro lado de la cama de Flint.
—Los padres de Luca acaban de salir. —Su expresión es sombría; sus
ojos, un mar infinito de tristeza—. Llegarán por la mañana.

4
A punto de
pasar página
—Tu padre está despojando a esos chicos de su magia y hasta podría estar
matándolos —espeto. Quizá no sea la mejor forma de darle la noticia a
Jaxon, pero, en fin, así consigo que la tristeza que he visto en sus ojos
desaparezca al instante. Ahora en ellos arde un fuego iracundo que me hace
estremecer.
—Voy a matarlo con mis propias manos —suelta Jaxon, y por su
semblante parece que vaya a cumplir su palabra en este mismo momento.
—Venga, mañana jugamos a «quién mata a papi primero» —dice
Hudson arrastrando las palabras—. Creo que todos necesitamos descansar y
dormir un poco, o los únicos que moriremos seremos nosotros.
Todos refunfuñamos, pero sabemos que tiene razón. Tengo la sensación
de que me voy a desmayar en cualquier momento de lo cansada que estoy.
Marise intenta varias veces que le prometamos que no vamos a cometer
ninguna imprudencia, pero Jaxon solo está dispuesto a no partir antes del
amanecer, y ya es mucho. Se queda hasta que Flint se levanta de la cama
usando las muletas y, después, se marcha con la Orden hacia sus respectivas
habitaciones.
Mientras seguimos sus pasos y atravesamos la puerta, Hudson me rodea
la cintura con el brazo, con firmeza, y en un segundo nos desvanecemos
hasta las escaleras que llevan a su cuarto. Debo admitir que a veces todo eso
de desvanecerse es una pasada; sobre todo porque, al movernos tan rápido,

nos ha sido imposible hacer una lista de todo el daño que ha sufrido el
instituto Katmere durante el ataque. Sé que tendré que enfrentarme a ello
antes o después, pero ahora mismo no me apetece nada ver lo mucho que
los secuaces de Cyrus han destrozado el lugar que considero mi hogar.
Hudson me deja con mucho cuidado junto a la cama, y pasea la mirada
por toda la habitación, observándolo todo menos a mí.
—Debes descansar, yo me iré al sofá para no molestarte.
—¿Molestarme? Venga ya, eso es imposible. —Puede que esté justo
delante de mí, pero no puedo evitar sentir que hay un gran muro entre
nosotros—. Hudson, deberíamos hablar de lo que ha pasado en la
enfermería.
—No hay nada de qué hablar —responde con seriedad—. Las cosas son
como son.
Con una mano lo cojo del brazo, con suavidad.
—Lo siento muchí...
—Grace, para. —Suena firme pero no enfadado. Ni tampoco tan
destrozado como me siento yo, ni por asomo.
—¿Por qué te comportas así? —pregunto, y me da rabia lo necesitada
que sueno al decirlo. Pero más rabia me da todavía lo necesitada e insegura
que me siento—. ¿Qué pasa?
Me mira como diciendo: «¿Lo preguntas en serio?». Vale, lo pillo: todo
se va a la mierda. Nada nuevo bajo el sol, la verdad. Pero nosotros no. Todo
se va a la mierda, menos nosotros. Pero es que...
Pero es que, cuando actúa de esa forma, me da la sensación de que
podría ser que nosotros también nos fuésemos a la mierda.
Por ahí no paso, no después de todo lo que hemos vivido para estar
donde estamos. Y lo que ni de coña pienso permitir es que se aleje y vaya a
lamerse las heridas, en vez de compartir sus preocupaciones conmigo.
—Hudson, venga, por favor —digo en un intento desesperado de
acercarme a él—. No hagas esto.
—¿Que no haga el qué? —pregunta.
Ahora soy yo quien lo mira con incredulidad. Y debo de haberle tocado
la fibra sensible, porque aprieta la mandíbula y, de pronto, le interesa un
montón la pared que tengo justo detrás.

—Vamos a hablarlo —susurro acercándome poco a poco hasta que
nuestros cuerpos están a milímetros de tocarse y respiramos el mismo aire.
Se queda donde está un segundo, dos, y después da un paso atrás, con
prudencia. Y duele como una cuchillada.
—No tengo nada que decir.
—Supongo que es verdad eso de que siempre hay una primera vez para
todo. —Intento picarlo con la esperanza de hacer que reaccione. Con la
esperanza de recuperar al Hudson que está demasiado seguro de sí mismo,
al Hudson que se pasa de arrogante.
Por fin me mira y, al encontrarme con sus ojos, siento que me ahogo en
la interminable infinidad de su mirada oceánica; la interminable infinidad
de su persona.
Pero, cuanto más lo miro, más consciente soy de que él también se está
ahogando. Y de poco servirá cuánto lo intente, no va a dejar que le lance un
salvavidas.
—Deja que te ayude —murmuro.
Entonces suelta una especie de risilla triste.
—No necesito tu ayuda, Grace.
—¿Y qué necesitas, entonces? —Me aferro a él, y lo analizo a fondo—.
Dime qué necesitas, y encontraré la forma de dártelo.
Hudson no contesta, ni me rodea con los brazos; apenas se mueve. Y
así, sin más, el miedo se convierte en una bestia que ruge en mi interior, que
me clava las garras en las entrañas, desesperada por salir.
Porque este no es mi Hudson. No conozco a este chico, y no sé cómo
recuperarlo. Ni siquiera sé cómo buscarlo bajo esa gran capa de hielo. Pero
sé que debo intentarlo.
Por eso mismo, cuando veo que trata de retroceder otra vez, me aferro a
él con fuerza. Lo cojo de la camisa con ambas manos, presiono mi cuerpo
contra el suyo y lo miro fijamente a los ojos. Y me niego a dejarlo marchar.
Porque Hudson Vega es mío, y no voy a perderlo contra los demonios
que tiene enterrados en su interior. Ni ahora, ni nunca.
No sé cuánto tiempo pasamos así, juntos, pero el suficiente para notar
que se me cierra la garganta. El suficiente para sentir humedad en las

manos. El tiempo más que suficiente para que un sollozo se abra paso por
mi pecho.
Pero, a pesar de todo, no desvío la mirada. A pesar de todo, no lo dejo
marchar.
Y es entonces cuando ocurre.
Con la mandíbula apretada y un carraspeo de garganta, me desliza los
dedos por la nuca y cierra la mano cogiéndome del pelo. Entonces me
inclina la cabeza hacia atrás con delicadeza, sin apartar los ojos de los míos,
y me llama: «Grace», con un tono tan crudo y angustiado que todo mi
cuerpo se tensa ante la expectativa y la desesperación.
—Lo siento —me dice—. No puedo..., yo no...
—No pasa nada —respondo al tiempo que le acuno la mejilla con la
mano y acerco su cara a la mía.
Por un momento tengo la sensación de que va a volver a alejarse de mí,
que en realidad no quiere besarme. Pero entonces un sonido gutural emerge
de su interior y así, en un instante, todo el miedo y la frustración se esfuman
con el choque desesperado y frenético de sus labios y los míos.
Primero intento que se abra conmigo y, después, me zambullo en el
aroma a sándalo y a ámbar, y en la fuerte esencia masculina que desprende.
Y nunca me he sentido tan bien. Porque este es Hudson, mi Hudson,
mío. Mi compañero. Y nuestra conexión es maravillosa incluso cuando todo
se va a la mierda.
Como si quisiera demostrarlo, Hudson me mordisquea el labio inferior,
y me pasa los colmillos por la comisura de la boca. No puedo evitar
perderme en el calor de su oscuro y desesperado corazón.
—No pasa nada —murmuro mientras él apoya los dedos en mi espalda
y pega su cuerpo tembloroso contra el mío—. Hudson, tranquilo.
No parece estar escuchándome (o quizá es que no me cree), pues
profundiza el beso y nos destroza, al mundo y a mí.
Caen relámpagos, retumban truenos, pero juro que lo único que puedo
oír es a él. Lo único que puedo ver, sentir u oler es a él, antes incluso de que
deslice la lengua por la mía.
Sabe a miel: dulce, cálido, peligroso. Es adictivo, Hudson es adictivo, y
empiezo a gemir; le doy todo lo que puedo darle. Le doy todo lo que desea

y le suplico que tome más de mí. Muchísimo más.
Cuando rompe el beso, los dos acabamos jadeando. Intento que ese
momento dure un poquito más, trato de evitar que la conexión que tenemos
desaparezca. Porque, mientras Hudson esté absorto en mí, en nosotros, no
estará encerrado en sus pensamientos, destrozándose por algo que no puede
ni debe cambiar.
Unos segundos después se aleja de mí, pero no me siento preparada para
dejarlo ir. Lo sujeto por la cintura, que tengo rodeada con los brazos, y pego
el cuerpo contra el suyo. «Un ratito más —suplico en mi mente—. Solo un
par de minutos más juntos tú y yo, y la forma en la que me evado de la
realidad cuando nos tocamos.»
Hudson debe de estar notando mi desesperación (así como la fragilidad
que tanto me esfuerzo por esconder), porque no se mueve.
Espero que suelte un comentario ingenioso o irónico, o tan tonto como
solo él sabe soltar, pero no dice ni una sola palabra. En cambio, me abraza y
deja que lo abrace.
Y, por ahora, con eso basta.
Hemos vivido muchísimas cosas en tan solo veinticuatro horas. Hemos
luchado contra gigantes, escapado de la cárcel, librado una batalla terrible;
hemos perdido a Luca y estado a punto de perder a Jaxon y a Flint. Y nos
hemos encontrado el Katmere casi en ruinas. Una parte de mí cree que es
increíble que sigamos en pie después de todo eso. El resto se siente
agradecido de que lo estemos.
—Lo siento —susurra Hudson de nuevo, y noto su aliento cálido contra
la cara—. Lo siento